domingo, 13 de junio de 2010

Disyuntiva

Poeticemos la poesía, o desversemos el berso (veso?). Si tuviera que explicar la explosión de mi pecho, cada vez que pueblan mis ojos los acordes de tu pelo, tendría que gritarlo. Lo anterior muestra un excesivo ahínco en la metáfora, cayendo en horrenda alegoría. Intragable para el lector-hembra. Despoeticemos. Si me viera en la necesidad impostergable de lograr la comprensión de parte del receptor en cuanto al goce experimentado en cada ocasión en la cual observo tus cabellos, no dispondría de otra salida que explayarme con un aumento en la amplitud de las ondas emitidas por mis cuerdas vocales. Mucho mejor. Apto para nuestro tan voluble lector-hembra. El problema, en todo caso, es la disyuntiva entre estirar el lenguaje hasta sus límites (está bien, mis límites) o regalar burda poesía a quien nos recompensará (porque lo hará, os lo puedo jurar), vale decir, el tristemente egocéntrico lector-hembra.

Roberto Bermudez

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